
Juan José Ibarretxe se ha convertido en el primer 'lehendakari' en declarar como imputado ante un juez al comparecer ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco dentro de la instrucción abierta por la reunión que mantuvo hace nueve meses con tres dirigentes de Batasuna.
A Ibarretxe se le considera "cooperador necesario" por el encuentro que celebró en abril del año pasado en el palacio de Ajuria Enea con Arnaldo Otegi, Pernando Barrena y Juan José Petrikorena, a quienes se les imputa un delito de desobediencia por mantener una reunión política como representantes de una formación ilegalizada.
El 'lehendakari' recibió a los dirigentes de Batasuna en el marco de los contactos que mantuvo tras la tregua declarada por ETA semanas antes, y que se rompió el pasado diciembre con el atentado mortal del aeropuerto madrileño de Barajas.
El encuentro motivó una querella del Foro de Ermua, que es la que está instruyendo el TSJPV.
El martes comparecieron ante ese tribunal Otegi y los otros dirigentes de Batasuna, pero se negaron a responder a las preguntas del juez, y aseguraron posteriormente que "el origen de este debate político está en la Ley de Partidos".
Para un servidor, ahí, y nada más que ahí, se halla el centro de la cuestión. Pero desde una perspectiva diferente que se le ha escapado a la mayoría de la población del Estado español (incluidos analistas políticos).
La nueva, lo he de reconocer, no tiene su origen en mis reflexiones políticas. ¡Cómo no nos habíamos dado cuenta! Nuevamente, la sabiduría popular de mi primo Segundino me ha abierto los ojos. En un artículo que escribí, nada más aprobarse dicha ley, arremetí contra el gobierno del Estado (en aquel momento PP) porque negaba a Batasuna el derecho de libre asociación, manifestación y libertad de expresión, al tiempo que condenaba al silencio a los 50000 votantes de HB. Creer que, ese era el verdadero propósito de la ley, acaparaba el sentido común de cualquier ciudadano o ciudadana de cultura política media. Pero nada más lejos de la realidad.
Esta mañana, mi primo Segundino, me ha acribillado a preguntas:
- “Primo, si ya existía la Ley Antiterrorista, ¿qué necesidad había de aprobar la Ley de Partidos para ilegalizar a HB? Si son terroristas, con aplicarle la ley existente, bastaba”.
- “Primo, ¿se puede prohibir al gobierno de un Nacionalidad histórica que lleve a cabo un plebiscito popular, como quería hacer Ibarretxe?
- Primo, ¿Otegi esta “ilegalizado” o no? ¿Ibarretxe puede reunirse con quién quiera para intentar pacificar el País Vasco o no? Es que no lo entiendo, primo. Yo pensaba que a Otegi se le hacía un seguimiento por si en sus actuaciones hacía apología del terrorismo. Pero, ¿no era de pacificación de lo que hablaban? Y lo de Ibarretxe aún lo entiendo menos. Si es un presidente salido del poder legítimo de las urnas, que no se pueda reunir con un ciudadano para hablar de paz, tiene miga.
Como siempre, la sabiduría popular es infinita. ¡Cuánta razón tiene mi primo! Cuando se diseñó (es un verdadero experimento de laboratorio político), la Ley de Partidos no iba encaminada a la ilegalización de HB, sino a acallar y limitar la voz y las funciones de Ibarretxe y, por ende, del PNV, cuyo grupo parlamentario es imposible ilegalizar (no por falta de ganas), por razones obvias.
No tuvieron bastante con impedir que el pueblo vasco ejerciera su derecho a decidir su destino. No tuvieron bastante con permitir que se oyeran voces que pretendían la suspensión de la autonomía de Euskadi. No tuvieron bastante con dejar sin representación en las instituciones a 50000 vascos y vascas.
Han tenido que llegar a la situación de criminalizar al lehendakari. Y, como dice Segundino, “Menos mal que ha sido por trabajar para la pacificación de Euskadi, que si no...”
Los políticos, analistas políticos, intelectuales y poderes fácticos en general deberían escuchar más la voz sabia del pueblo.
Gracias, Segundino.